miércoles, 15 de junio de 2016

ESI, Familias, Escuela y Comunidad

                                
 Buenos días, buenas tardes, buenas noches… ¿Cómo están?

Queremos comenzar este tema, explicando que la  Ley  de  ESI  en  su  artículo  9  reconoce  el derecho de  las  familias a estar  informadas y  a  participar en  espacios  de  formación  e  información  sobre  los aspectos implicados en la ESI, sobre la maduración y el crecimiento afectivo-sexual de los/as niños/as y adolescentes, buscando con todo ello un vínculo más cercano entre escuelas y familias.
 También, queríamos dejar en claro, que según esta ley, la escuela no debe pedir autorización a las familias para trabajar desde la ESI, puesto que es un derecho de los niños, niñas y adolescentes que no requiere autorizaciones, antes bien, nos obliga como docentes a implementarla.
Es  necesario para  la  escuela  pensar  su  vínculo  con  el  contexto,  con  la comunidad, problematizar cómo las familias y las instituciones educativas han jugado y juegan un rol clave en la crianza de los niños y niñas, en el acompañamiento conjunto  de la trayectoria de los y las jóvenes, de la construcción de ciudadanía  que  se  genera,  como es vivido por nuestros/as estudiantes, etc.
  Pero  no  estamos  hablando  aquí  sólo  de  la  relación  familias-escuela.  Queremos reflexionar también sobre los “tipos” de familias en los que estamos pensando. Por ello primero queremos hacernos la siguiente pregunta:        
 ¿De qué hablamos cuando hablamos de familia/s?
Hablar de familias, es hablar de diversidad pero también de historia:
Las familias van cambiando así como se modifican las pautas culturales  e históricas de  la  sociedad. Hoy, tendemos a “normalizarla”, o idealizarla según un modelo de familia de papá, mamá y 2 hijos/as,   que parece o parecía ser el más “natural”, el “tipo” o “típico”. ¿Y si pensamos que  ese modelo  un  invento  relativamente  reciente,  propio  de  la  organización socioeconómica  del  siglo  XX? 
Los/las docentes también han ido construyendo un saber pedagógico, en diferentes instancias:
Al  realizar  actividades  didácticas  donde  los  chicos  y  chicas  se  ponen  a  bucear  en  las historias  de  la  familia,  o  cuando  se  realizan  proyectos  pedagógicos  que  vinculan  a los/as  niños/as  con  los  “abuelos/as”,  entre  otras  actividades.  Allí  niños,  niñas  y docentes  descubrimos  que  las  familias,  hace  muchos  años,  y/o  en  otros  contextos, estaban  conformadas  y  organizadas  de  otra  manera.  La  diversidad  está  presente, aunque  a  veces  nos  cuesta  reconocerla,  nombrarla, valorarla y  ubicar  nuestra  propia experiencia de familia como una experiencia también diversa.
 El problema no está en esta forma de organización familiar sino cuando esta forma se  convierte en la única válida, en la medida para valorar otros tipos de familias o para “admitir” o “tolerar” la diversidad, porque no queda otra. Y se invisibilizan, por medio de  ese  “modelo”  ,  algunas  asignaciones  de  roles  predeterminados  –e inequitativos- para la mujer y para el varón.
Cuando  se  habla  de  familias,  frecuentemente  aparece  una  preocupación  sobre  su “degradación”, sobre “la pérdida de sus valores”, o la idea de sentido común de que hay una “crisis” de la familia, en lugar de cambios y transformaciones. Lo cierto es que las formas de organización de las familias van cambiando, es un fenómeno histórico y cultural.
Les  proponemos  leer  una  definición  de  familia  que  explica  Elizabeth  Jelin,  una antropóloga que investiga sobre la/s familia/s y el Estado en nuestro país
 “Es la institución social que regula, canaliza y confiere significado social y cultural a estas dos necesidades” (Jelin, 1998: 15).
 Cuando habla de  esas  necesidades  se  está  refiriendo  a  la sexualidad y  a la procreación.  En  cada sociedad, los  grupos  y  las  comunidades  fueron  construyendo  modos  de  ordenar  esos dos aspectos de la vida humana, y para ello aparecen distintos modelos organizativos, es  decir,  distintos  modos  de  organizar  las familias.
La definición de familia se completa con una dimensión no menos importante: “ La Convivencia”,  quiere decir que las familias constituyen un ámbito para estar juntos de una manera determinada, para el cuidado mutuo,  donde  se  generan  relaciones  cara  a  cara,  y  se  comparte  eso  que  se  llama intimidad. 
La  convivencia  no  implica  de  por  sí  compartir  una  misma  casa  todos  los días.  Una  familia  puede  considerarse  como  tal  y  sus  miembros  no  convivir  de  modo estable en el mismo lugar, todo el tiempo. Convivencia es tomado aquí como un grado específico de intimidad, de cercanía, de “familiaridad” que la hace diferente a otro tipo de  organización  social,  porque  genera  unos lazos  afectivos específicos,  que  son distintos de, por ejemplo, los que están presentes en otro tipo de vínculo social como la amistad.
Cuando  hablamos  de  familia  no  nos  estamos  refiriendo  a  un  vínculo  necesariamente biológico  o  legal.  Nos  referimos  a  vínculos  de  cuidado,  atención  y  afecto  en  el  que crecen  y  se  desarrollan  todas  las  personas  independientemente  de  la  orientación sexual o la identidad de género de sus integrantes.
Existen  distintas  configuraciones  familiares. Cada  familia  es  particular  y  distinta  a  su modo.  Lo  importante  es  que  todas  sean  pensadas  como  un  espacio  de  amor, contención  y  aprendizaje  para  sus  miembros.  Nuestra  expectativa  es  la  de  formar familias democráticas sin autoritarismos ni violencia. Espacios centrados en el cariño y el cuidado donde se privilegien el diálogo, los deseos y la contención.
  Consideramos que reconocer la diversidad de familias, por parte de las escuelas, y de  los/as  docentes,  como  profesionales  de  la  educación,  es  un  deber  y  una  tarea  a construir,  fundamentado  en  que  las  familias  son  una  configuración  histórica.
Pero  además  tenemos  un  deber ético:  reconocer  que  todas  las  familias  deben  ser consideradas como esos espacios y relaciones sociales donde se regula, y se organiza la procreación, la sexualidad, la convivencia, es decir, donde se produce y se comunica (o debería comunicarse) también el afecto, ese afecto que le brinda la abuela al niño de 4 años recién llegado al Jardín, el de los dos papás a su hijo recién adoptado que va al Nivel Primario; esa joven que vive con sus tíos/as a los que ella en realidad llama papá y mamá.

Familias y escuela una relación a construir
  Podemos  pensar  la  relación  entre  las  familias  y  las  escuelas  desde  dos  posibles analogías: un muro que no permite la comunicación, y un puente que facilita el ida y vuelta:
Reflexionar  y  corrernos  de  las  ideas  fijas  y  estereotipadas  de  pensar  a  las  familias también  nos  ayuda  a  pensar  la  relación  entre  familias  y  escuelas  no  como  un  hecho “dado”. Se trata de una relación a construir,  y  aunque  no  queremos  borrar  la  idea  de  que  pueda  haber  tensiones  y/o conflictos,  nos  interesa  remarcar  que,  aún  cuando  los  haya, eso  puede  implicar  un proceso  de aprendizaje “institucional” para la escuela y para las familias,  es decir,  para  los  chicos  y  chicas,  sus  familias  y  para  los  y  las  docentes. 
 Esta relación se construye cotidianamente, en el encuentro real de personas adultas concretas, que tienen roles distintos pero un mismo fin que es socializar,  educar,  acompañar  el  desarrollo  de  niños,  niñas  y  adolescentes,  y  como siempre decimos, garantizar sus derechos.

   

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